El año cero del cine dominicano fue en 2003

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El 2003 marcó un antes y un después para el cine dominicano. Puede considerarse el “Año Cero” de su cinematografía moderna, el punto donde la producción y exhibición de películas, tanto de ficción como de documental, comenzaron a sostenerse con verdadera continuidad.

Uno de los grandes responsables de este nuevo impulso fue Miguel Vásquez, quien con su ópera prima Éxito por intercambio (2003) encendió de nuevo la chispa de la producción local.

Su iniciativa no solo abrió una nueva etapa, sino que motivó a otros cineastas a lanzarse nuevamente al ruedo.

Entre ellos, Ángel Muñiz, quien estrenó ese mismo año su tercer largometraje, Perico ripiao (2003). En Perico ripiao, tres presos escapan de la cárcel con la esperanza de reunirse con sus familias, embarcándose en un recorrido lleno de humor y color por los pueblos del sur del país.

Con esta cinta, Muñiz consolidó la madurez de su propuesta cinematográfica tras el éxito de Nueba Yol: por fin llegó Balbuena (1995) y Nueba Yol III: Bajo la nueva ley (1997).

El movimiento continuó en 2004 con José Enrique Pintor, director español radicado en República Dominicana, quien debutó con La cárcel de la Victoria, el cuarto hombre. Este drama carcelario se adentra en las sombras del sistema penitenciario a través de un padre que se infiltra en prisión para descubrir al asesino de su hijo.

Ese mismo año, otra producción apostó por consolidar la incipiente industria nacional. La empresa argentina La Matriz, con experiencia en publicidad y videoclips, financió Negocios son negocios (2004), dirigida por Joppe de Bernardi y protagonizada por un elenco completamente dominicano.

La cinta, una comedia sobre un joven bancario atrapado en una trama de robo y amor, mostró el interés extranjero en invertir en el cine criollo.

En 2005, el comediante y músico Luisito Martí decidió aportar su propio sello a esta nueva etapa del cine local.

Tras haber triunfado con su personaje Balbuena en las películas de Nueba Yol, Martí buscó un nuevo espacio para desplegar su talento. Junto a su hijo Robert Luis y bajo la dirección de Humberto “Che” Castellanos, estrenó Los locos también piensan (2005), una comedia que recoge su larga experiencia en la televisión y la traslada con acierto a la gran pantalla.

Estos años fueron decisivos: sembraron las bases de una industria cinematográfica dominicana más consciente de sí misma, de su público y de su capacidad para contar historias propias.