Un giro inesperado sacudió al cine dominicano cuando Rogert y Frankeli Bencosme, casi sin antecedentes en la industria, se lanzaron a dirigir su primera película.
Su ópera prima, Andrea: la venganza de un espíritu, apostó por un terreno poco explorado en el país: el cine de terror.
Rodada originalmente en formato digital y luego transferida a 35mm, la película se adentra en el espanto sobrenatural con una historia inspirada en leyendas rurales.
Narra la vida de una joven marcada desde la infancia por un espíritu vengativo, despertado cuando tomó una cruz de una tumba para colocarla en la de su madre fallecida. Lejos del cine comercial habitual, Andrea representó un riesgo creativo y un aporte al desarrollo del cine de género en República Dominicana.
Tras ese primer intento vino La maldición del padre Cardona, una producción que mostró el esfuerzo de un cine local aún en proceso de aprendizaje, especialmente en lo que respecta al rigor narrativo y técnico.
Dirigida por Félix Germán, la película combina comedia, romance y misterio dentro de una trama que recoge elementos culturales y de idiosincrasia dominicana.
Su historia gira en torno a un sacerdote que, antes de morir fulminado por un rayo, lanza una maldición sobre el pueblo, provocando una serie de sucesos extraños entre sus habitantes.
Estas propuestas, aunque distintas en tono y ambición, revelaron un mismo impulso: el deseo de los cineastas dominicanos por explorar nuevos géneros y construir un lenguaje propio en la pantalla grande.








