El cine dominicano consolida su identidad entre 2006 y 2008

Las comedias encontraron su público, los dramas sociales reafirmaron una voz crítica y los jóvenes realizadores demostraron que, con ingenio y perseverancia, era posible hacer cine en el país

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Entre 2006 y 2008, el cine dominicano vivió una etapa de intensa actividad y búsqueda de estilo. En 2006, cinco películas marcaron la voluntad de una nueva generación de realizadores por mantener una producción constante y diversa.

Alfonso Rodríguez regresó a la gran pantalla con Un macho de mujer, su segundo largometraje tras el olvidado Tráfico de niños (1988). Con amplia experiencia televisiva, Rodríguez apostó por una comedia sobre la eterna batalla entre los sexos, consolidando su sello popular.

Ese mismo año, Carlos Bidó, un dominicano radicado en Estados Unidos, presentó Viajeros, drama sobre la migración ilegal y sus consecuencias humanas, acercando al público a una problemática social sensible y recurrente.

Otra producción destacada fue La tragedia Llenas: un código 666, dirigida por Elías Acosta, inspirada en el mediático caso del asesinato del niño Llenas Aybar. Basada en la novela de Ángel Lockward, la cinta exploró los límites entre el morbo y la denuncia, reflejando el interés del público por las historias reales.

Por su parte, Humberto Espinal estrenó El Sistema, una historia de venganza protagonizada por un exsicario que busca justicia tras la muerte de su esposa. Fue el segundo largometraje comercial realizado por egresados de la Escuela de Cine de la UASD y un ejemplo del esfuerzo joven por crear cine dentro de las limitaciones locales.

Además de su acción trepidante, la película introdujo un discurso de denuncia social contra la corrupción y la extorsión.

El año 2007 estuvo dominado por la comedia. Sanky Panky, de José Enrique Pintor (Pinky), conquistó al público con la historia de Genaro, un joven que busca ganarse la vida seduciendo turistas en los resorts dominicanos.

A pesar del tema arriesgado, Pintor lo convirtió en una comedia ligera y divertida, que se transformó en un éxito taquillero. Junto a ella llegó Mi novia está de madre, debut del publicista Archie López, sobre un joven que se enamora de una vecina mayor, protagonizada por Roberto Ángel Salcedo, quien afianzó aquí su faceta como actor de cine.

En el terreno del drama, Alfonso Rodríguez volvió a sorprender con (Yuniol)², una mirada crítica a las diferencias sociales a través de la amistad entre dos jóvenes de mundos opuestos. También ese año Tito Nekerman incursionó en la comedia de acción con Operación Patakón, una historia de espionaje internacional donde un dominicano intenta vender la fórmula de un arma ultrasónica.

El 2008 fue un año de aprendizaje y expansión. Jimmy Sierra abrió con El caballero de la medianoche, un thriller policial sobre un asesino en serie. Pero la verdadera sorpresa llegó con José María Cabral, quien, con apenas 20 años, debutó con Excexos, una mirada íntima y sencilla a los excesos de la juventud de clase media, realizada con pocos recursos pero mucho talento.

Mientras tanto, Alfonso Rodríguez reforzó su presencia con dos nuevas producciones: Playball, una comedia deportiva sobre los esteroides en las Grandes Ligas, y Al fin y al cabo, una mezcla atrevida de vampiros, detectives y narcotráfico.

A estas se sumaron otras apuestas que enriquecieron la cartelera: Enigma, de Robert Cornelio, un relato de suspenso sobre una desaparición misteriosa; 60 millas al este, de Jorge Lendeborg, un docudrama sobre los viajes ilegales; y Ladrones a domicilio, de Ángel Muñiz, una sátira sobre la corrupción institucional.

El humor continuó con Santicló, la vaina de la Navidad de Pintor, una comedia de enredos navideños, y ¡De Campamento! de José García, una cinta familiar sobre un detective infiltrado en un campamento infantil.

En conjunto, estos años consolidaron una etapa de madurez y diversidad temática para el cine dominicano.

Las comedias encontraron su público, los dramas sociales reafirmaron una voz crítica y los jóvenes realizadores demostraron que, con ingenio y perseverancia, era posible hacer cine en el país.