Síndrome de víctima, la película rusa para analizar la violencia machista

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El pasado 24 de diciembre y luego de la reunión familiar para la tradicional cena de noche buena, agripado y con algunos de los típicos síntomas del virus,  me dirigí a mi casa en donde recluido en mi habitación me dispuse entretenerme y buscando unos de los clásicos de vaqueros que son mis preferidas, me decidí por una película rusa, me refiero a: Síndrome de víctima. 

La misma cuenta con un reparto de importantes figuras que destacan por su histrionismo, pero sobre todo, por esa entrega en cada una de las escenas que durante 2 horas y 54 minutos, mantienen al televidente atento a una historia que cada vez más se repite en el seno de nuestra sociedad. Son los actores principales Yuriy Chursin, Dmitriy Dyuzhev, Mikhail Yefremov, Natalya Ryzhova, y Alexander Bashirov,

Es una cruel historia en donde se conjugan elementos que según se van desarrollando los capítulos, el televidente se va quedando atrapado en cada una de las escenas, esas que nos hablan de abusos y violencia contra la mujer en donde el machista temperamento de un esposo abusivo y con mucho dinero es el punto de partida para el desarrollo de una trama que es difícil olvidar una vez te acomodes a verla frente al televisor.

La protagonista de la película es una joven madre de un niño de 7 años, el cual y como consecuencia de las dantescas imágenes  que tuvo que presenciar cuando su padre le propinaba palizas a su madre, sufre una parálisis en su habla, lo que convierte a este infante es un ser un tanto disociativo que para comunicarse con el mundo “exterior”, usa su arte, la pintura.

Nina, luego de sufrir una de las tantas golpizas, encerrada en el sótano de la casa es ayudada por su hijo “mudo”.  Esta logra escapar después que su esposo queda rendido del sueño como consecuencia del emborrachamiento. Es cuando llega hasta un destacamento policial, en donde se observa de como la corrupción de quienes se supone les iban a prestar auxilio se impone frente al poder de la influencia y desde ahí, se dirige hasta centro de ayuda para mujeres maltratadas.

Pero la verdadera odisea luego de sufrir dicho calvario, que era su casa, se inicia justo cuando llega a dicho centro, en donde logra entablar “amistad” con una conserje, que la ayuda a escapar a un espeso bosque, en donde la espera un sujeto (esposo de la conserje) que mediante artimañas logran dormirla para luego tratar de deshacerse de ella y la tiran por un arroyo, al que en la localidad llaman “estaque de los suicidios”.

Allí es avizorada por dos octogenarios pescadores quienes dan el aviso a las autoridades, para desde ahí llevarla hasta un centro psiquiátrico en donde tal y como pasó al principio antes de llegar al centro de acogida, su esposo y a través del soborno logra que a esta no le pongan las debidas atenciones.

Ahora con su hijo extraviado, y una tenaz lucha para que les crean que no está demente, logra nuevamente escapar dentro de una furgoneta que es manejada por un sujeto el cual tenía desde hacía algún tiempo una cuenta pendiente con el esposo de Nina.

En esta película se conjugan temas tales como el poder que da el dinero en mano se un psicópata machista, la personalidad de los hombres machistas, pero sobre todo, la sumisión de la mujer ante tales desmanes.

La tensión aumenta según pasan los minutos, en donde luego se descubre que  la persona que ayuda a Nina, resulta ser el esposo de Yulia, una inteligente y bella mujer con un parecido muy profundo a quien ahora decide ayudar y la cual estaba siendo asediada por el esposo de Nina, y la que por no aceptar ser su amante, tiene un final no muy feliz.

Repetimos, es una de esas películas la cual y desde los primeros minutos se adueña del televidentes, y no lo suelta sino es hasta tanto no comienzan a salir los créditos de quienes intervienen en esta joya del cine ruso.