Alas Blancas, un holocausto con matiz de esperanza

La producción está en los complejos cinematográficos de Caribbean Cinemas

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En la Francia ocupada por los nazis, una niña se oculta de los alemanes con ayuda de un chico dispuesto a arriesgarlo todo para que ella no muera. Juntos, encuentran el amor en un mundo mágico que moldean con su imaginación. 

Nos referimos a Alas Blancas, película dirigida por Marc Forster que está basada en el libro White Bird: A wonder story de Raquel J. Palacio. La música estuvo a cargo de Thomás Newman.

Básicamente, es una historia que muestra el siglo pasado cuando Alemania invade Francia e inicia el período del holocausto, pero conatada desde los cambios que debe hacer Sara al esconderse en el granero del niño al que siempre ignoró y a quien le hacían bullying por su secuela de padecer polio.

El le muestra su mundo y con lo “poco” que tiene, porque abundan en amor, esperanza y deseos de que termine la guerra para verla volar como una paloma.

Sara pasa más de un año entre cuatro paredes, los padres de Julienan le hacen la estadía menos dura al estar lejos y desconocer el paradero de sus padres, y la vemos crecer y expandir su imaginación, hasta que surge entre ellos un cariño.

¿Romántica? No, para nada. De hecho, es de corte dramático y social contada a través de las vivencias y experiencia de una “anciana” que quiere hacerle entender a su nieto el peligro que puede desencadenar los malos actos hacia la otra persona.

Los protagonistas Ariella Glaser y Orlando Schwerdt se llevan mis aplausos. Interpretan a dos personajes de distintas clases sociales y económicas que por situaciones políticas deben convivir. Ellos transmiten magia, anhelo, esperanza, temor, imaginación e infancia robada y arrebatada.

Pero la Nonna, encarnada por Helen Mirren, que realmente se llama Sara (versión adulta), ofrece esa mirada dulce y cautiva llena de “después que pasa la tormenta hay luz”. Ella es la voz de la experiencia, una artista que nunca dejó de soñar pese a las vicisitudes.

En algo acerté. Tuve mala espina con Vicent, el personaje que interpreta Jem Matthews, y acerté. Lo odié, detesté, y, sobre todo, me llenó de rabia sobre el mal que las personas pueden hacer al prójimo por ideas políticas. Creo que es lo que busca un actor, conectar de buena o mala manera con el espectador.

En el largometraje se pone de manifiesto que niños inocentes y ajenos a las ambiciones políticas de esa época sufrieron a manos de los nazis y sus seguidores, y muchos de ellos perdieron la vida. 

Algo que destaco es que los protagonistas elevan esta historia a una película que contiene momentos conmovedores, que el espectador probablemente sienta que habrá algo de esperanza.

La película de dos horas de duración tiene un significado profundo sobre esas palomas que visitan en momentos críticos o de posible solución a los protagonistas.

¿Cine Cultura se pregunta si el final es bueno o malo? Depende de cada uno de nosotros, así que tendrán que ir al cine y descubrirlo.

La producción está en los complejos cinematográficos de Caribbean Cinemas y gracias a Cine Blancica por la invitación.

¿Cuál es el mensaje que quieres dejar en este planeta Tierra?

Pero, querido lector, ¿Ya viste o verás este audiovisual?

Antes de que se me olvidé, me atrapó la dirección fotográfica que juega con las memorias de Sara, el cariño de Julien y los meses tormentosos que vivieron las familias judías y no judías ante el régimen nazi.