Hablemos de Asalto en progreso, del director Josell Hernández, producida en los estudios de La Aldea.
El largometraje estrenado en mayo de este nos muestra a Santo Guzmán, un hombre que a pesar de ser un odontólogo famoso , está endeudado y decide asaltar un banco.
Si bien no es una biografía o recreación sobre los sucesos de 1993 cuando el doctor Payano asaltó el Banco del Progreso, es un largometraje creado de un hecho vuelto ficción que atrapa y mantiene en vilo por 50 minutos al espectador.
Unos 10 minutos entre que entra el sacerdote y la incipiente salida de los rehenes se vuelve cansón. Pero después, me gustó que el final fuera el inicio del largometraje: aquel donde se muestran los últimos pensamientos del odontólogo.
Me agradó que cada vez que entra un nuevo personaje le colocan un nombre fijo, que quienes conocen la historia lo relacionan. Por ejemplo, Corporán.
Pepe Sierra, encarna al protagonista Santo, sigue demostrando que es un actor versátil, puede hacer de todo en todo en el cine dominicano. Me gustaría verlo más como villano o romántico empedernido. O en más drama o alguna apuesta de suspenso.
Los primerísimos planos de Judith Rodríguez, cuando interpreta Francisca, la esposa de Santo y madre de su única hija, y su breve actuación tan expresiva me siguen conquistando como fanática de su trabajo actoral.
Me gustó la fotografía y los recursos que utilizaron en blanco y negro para dar más contexto al espectador, sin caer en un círculo vicioso de escenas, sin ser reiterativos y sin abusar del pasado o los hechos verídicos.
De hecho, el pasado se entrelaza en sincronía con el presente que no causa ruido, es más, surge de manera llana y explicativa para entender las actuaciones de Santo.
Ahora que recuerdo escribiendo estas líneas, escucho la frase “Yo conozco los hierros de mi camión”. Así que atención, ¡Spoiler! Francisca reconoce a Santo solo por la mirada de sus ojos marrones oscuros.
Los movimientos bruscos de cámaras de las primeras escenas eran evitables, debido a que la secuencia distrae al cinéfilo. Un plano general o americano ayudaría a entender la escena de cuando Santo decide perpetuar el asalto.
Me gustó que usaron elementos típicos dominicanos como el frío frío o yun yun y que recrearon identificaciones del hospital El Angelita, en Santo Domingo.
Y se revela una vez más sobre la formalidad de los bancos y sus actuaciones “sin corazón” ante el cliente, pero negocios son negocios; se muestra la violencia económica entre Santo y Judith; se muestra la mafia que existe en el sistema policial dominicano desde tiempos inmemorables.
María Castillo y Hony Estrella lograron, sin emitir más de 25 minutos de diálogos, conectar y transmitir la desesperación de estar secuestradas. El papel de Javier Grullón está de más.
Me agradó la banda sonora, que, si bien no está presente en todas las escenas, aparece y desaparece dejando una estela de verdades sobre la situación social y económica de República Dominicana.
Ahora me pregunto:
Si el asaltante sólo quería dinero, ¿por qué no lo dejaron ir? Entendiendo y conociendo que el propietario del banco dijo que no le importaba mientras dejara libre a los rehenes.
Y sí, definitivamente la película creada por Josell Hernández y Francis Disla logra su cometido: atraer el público dominicano a las salas de cine.
Además, está grabada con la Ley de Cine.
Ah, la taquilla me costó RD$ 200 porque aproveché el especial de Altice de 2 boletas por el precio de una.
Claro, la producción tiene puntos de mejora como el mal uso de malas palabras en exceso. El alargar el audiovisual en el nudo.
Así que vaya al cine, querido lector de Cine Cultura.