Cónclave, entre lo moral, lo ético y el futuro de la iglesia Católica

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Santo Domingo. No es coincidencia que todo el mundo esté hablando de Cónclave, una película que no solo coincide con los rumores sobre un posible nuevo papa debido a la salud de Francisco, sino que también expone el inmenso poder que la Iglesia Católica ha ejercido durante siglos.

Edward Berger nos sumerge en el hermético proceso de sucesión papal, un ritual envuelto en misterio y secretismo, donde el poder religioso y político se entrelazan de manera indisoluble.

Ralph Fiennes interpreta al cardenal Lawrence, el hilo conductor que une a los cardenales Bellini, Benitez, Tremblay y Joshua Adeyemi, en un audiovisual marcado por la transición del fallecimiento del papa y la elección del sucesor del romano pontífice y el obispo de Roma. Los potenciales sucesores son progresista, conservador social y convencional, y un tradicionalista.

Lawrence es un hombre que se enfrenta a la maquinaria del Vaticano con todas sus intrigas, pecados y compromisos ocultos. Su actuación es magnética, sosteniendo con solidez el peso de un personaje que se mueve entre la fe y la corrupción, entre la devoción y la traición.

Es a través de sus ojos que el espectador es testigo de un proceso donde la elección del nuevo líder de la Iglesia no sólo responde a la voluntad divina, sino a intereses humanos tan oscuros como el propio cónclave.

El filme muestra los procesos tradicionales del Vaticano: las votaciones que deben superar dos tercios. Y como es ficción, también Berger apostó por “lo que creemos que puede suceder dentro de la iglesia Católica y guardan sus secretos”.

En otras palabras, las relaciones ilícitas de los cardenales, los sobornos y las ideologías políticas.

Los planos, la colorimetría y los diálogos que muchas veces realzan la intención del director: atrapar a creyentes, católicos, ateos, agnósticos, todo público con una narrativa que se desenvuelve mediante las escenas.

A pesar de que la película está basada en un libro, creo que el director logró la esencia: trasladar al cinéfilo en un mundo sobrio, quizás oscuro y oculto, corrupto y poder que se ha alzado toda la vida con el dicho de “es lo que Dios quisiera”.

Y ojo, soy creyente.

Sin embargo, el sol no se puede tapar con un solo dedo. La espiritualidad no tiene que ver con los actos que hacen los sacerdotes, cardenales, obispos o papas a lo largo de la historia, como si las víctimas fueran “una más”.

Aquí se trata de mostrar ese debate entre lo bueno y lo malo, inclinándose entre los grises, al ocultar Lawrence los secretos, pecados y errores de los futuros sucesores, porque es la fe y hay que elegir lo que mejor representa la fe de Dios en el planeta Tierra, cueste lo que cueste.

 Ahora, quizás exprese un spoiler. Pero…

La historia es inconclusa, rápida y floja luego de casi dos horas de una narrativa fluida, constante y llena de problemas que la iglesia debe y tiene que resolver. Además, alguna vez tendremos los secretos que el Vaticano quiere ocultar en sus entrañas.

¿Un papa hermafrodita? ¿En serio? Una inclusión forzada.  Sentí que parece una inclusión forzada, que más que aportar a la trama, debilita el impacto de la historia y desvía la atención del verdadero conflicto: la lucha interna de la Iglesia por mantener su dominio en un mundo que avanza sin ella.

Pero, lo salva Ralph Fiennes con una interpretación de dilemas morales, ideológicos y políticos. Creo que fue una actuación sólida que se echa encima de los hombros la producción cinematográfica y que enmascara las mierdas de sus religiosos.

No me sorprendería que Ralph Fiennes se alce como el Mejor Actor Principal, y deje atrás a Adrian Brody, por El Brutalista.

Me agradó el soundtrack del audiovisual, compuesto por Volker Bertelmann.

Si bien está nominada a Mejor Película para los Óscar 2025, lamenté que la Academia la haya excluido en la categoría de Mejor Fotografía.

La fotografía de la película refuerza esta atmósfera de secretismo y poder absoluto. Predominan los tonos negros, rojos, grises y blancos, que no solo evocan la estética del Vaticano, sino que simbolizan las fuerzas en juego

No creo que gane como Mejor Película, como acaba de suceder en los SAG, pero puede sorprender tanto en las categorías de

Ahora, desde Cine Cultura, pensamos: es una buena apuesta psicológica que intenta mostrar que la iglesia Católica, pese a sus mierdas y secretos, intenta avanzar como lo hace la sociedad.

Pero, ¿se llevará el galardón? Veremos.

En otro orden, IMDb destaca que la producción tuvo un presupuesto de 20 millones de dólares, pero su recaudación ascendió a 118.4 millones de dólares, o sea, 5.9 veces más.

Así que, cuéntanos,

¿Ya la viste?