Los matices del desarraigo: el nuevo largometraje dominicano Libélula

El largometraje se proyectó durante el festival de cine Hecho en RD, en la edición del 2025

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Los matices de la migración de un banilejo en New York, la ciudad de los sueños, la que nunca duerme, la que da un futuro mejor, la de los dólares y el inglés, la que todos sueñan con vivir para ganar dinero y mejorar su situación. Una mirada al nuevo largometraje de Ronni CastilloLibélula”.

En su más reciente película, el cineasta nos sumerge en un drama íntimo y profundamente emocional, protagonizado por dos figuras clave del cine caribeño contemporáneo: Judith Rodríguez y Pepe Sierra. 

Ambos actores, recurrentes en las producciones del país, despliegan aquí un nivel de sensibilidad y precisión interpretativa que conmueve y deja huella a quienes hemos visto migrar a Estados Unidos a nuestros seres queridos  y ser parte de la diáspora dominicana.

La historia gira en torno a María, interpretada con  intensidad y fuerza por Judith Rodríguez, una mujer migrante oriunda de Baní que llega a Nueva York en busca de una vida distinta, impulsada por ese anhelo casi mítico de “echar pa’ lante”. 

Su presencia en pantalla se aleja de los estereotipos: vemos a una mujer real, compleja, que fuma con elegancia y carácter, que lleva sus anillos como símbolos de una historia no contada, y que transita la ciudad con su melena rizada como estandarte de identidad y resistencia.

A su lado, Pepe Sierra construye un personaje trémulo y vulnerable, cuya expresividad radica en lo silencioso: sus ojos, a menudo llorosos o simplemente brillantes, dicen más que cualquier diálogo.

Su actuación es un estudio sobre la contención emocional, y funciona como contrapunto perfecto para la intensidad de Judith. Juntos, logran una química sutil pero poderosa, que no requiere de grandes gestos para transmitir la profundidad de su vínculo.

La mayor parte del filme transcurre en un sótano de Nueva York, un espacio cargado de simbolismo. Lejos de volverse monótono, este entorno se convierte en un microcosmos emocional donde habitan los sueños, las memorias, la nostalgia, y también las frustraciones de quienes, como María, cruzan fronteras en busca de algo mejor.

En esas paredes se posan libélulas, quizás reales o quizás metafóricas, no te puede revelar su significado porque te daría tremendo spoiler, que evocan la fragilidad de la esperanza y la belleza de lo efímero, de aquel dominicano que migró a Estados Unidos de América.

Me encantó el acierto de capturar esos momentos de simpleza poética llenos de simbolismo que cuenta María en su monólogo: el atardecer, el mar, un amanecer solitario. 

Son escenas que detienen el tiempo y nos recuerdan que incluso en la ciudad que nunca duerme, hay espacio para lo íntimo, para lo esencial. 

La película encuentra su fuerza precisamente en esos detalles que nos alejan de la distancia y la soledad, y nos invitan a sentir, a recordar, a empatizar.

“A eso es que se viene a Nueva York… a echar pa’lante”, se escucha decir en un momento clave de la producción nacional.

Y en esa frase, dicha casi al pasar, se resume la filosofía de toda una generación de migrantes: la resiliencia, la lucha, pero también la tristeza que implica dejar atrás todo lo conocido.

El director entrega una obra contenida, profunda y emotiva, que habla de exilio, la migración forzada, el futuro incierto, lo que se deja atrás y encontrar la pertenencia, de amor y pérdida, de sueños rotos y reconstruidos. 

Un largometraje que confirma su madurez como director y consolida aún más a Pepe Sierra y Judith Rodríguez como mis actores favoritos del cine dominicano.

Mis aplausos y sinceras felicitaciones.

¿Ya la viste?

Cine Cultura la vio en Fine Arts, compró una boleta por RD$375.

¿Saben qué es lo curioso?

Que el largometraje filmado con la Ley de Cine 108-10 está basado en la novela de René Figuereo Rodríguez. La buscaré y leeré, para apreciar aún más el filme.