Santo Domingo. El director Sean Baker apuesta por contar historias de clases sociales marginales en Estados Unidos. Casi lo logra con Anora, el filme nominado a Mejor Película en los Premios Óscar.
Vamos con la sinopsis: una estríper de ascendencia rusa se casa con el hijo de un oligarca ruso que está estudiando en Nueva York, pero la familia del chico la considera una prostituta y envía a unos matones para convencer a la pareja de que anulen el matrimonio.
Los protagonistas son Mikey Madison, como Anora o Ani, la “prostituta”; y Mark Eydelshteyn, como Vyna; y Yura Borisov, es Igor.
Una chica ejerce de prostituta que no logra conectar ni por la fuerza del personaje interpretado por Mikey Madison ni por la historia que pudo ser más profunda y adentrar al espectador en el mundo del trabajo sexual en Estados Unidos, pero queda como un Pretty Woman barato, sin príncipe azul, con adicciones y un mundo de lujo que termina sin consecuencias.
Visión del director
El director Baker crea a la trabajadora sexual con suficiente carisma, pero también consciente del peligro, una persona que no permite que la lastimen, con el carácter necesario para enfrentarse a la familia de Vanya.
Sin embargo, quedó ahí: una vida de lujos con Vanya, que actúa sin consecuencias gracias al poder de sus padres rusos.
Vanya quiere sexo, adrenalina, derrocha dinero, sensualidad y es un cúmulo de vicios y fiestas. Pero, queda ahí.
Durante todo el largometraje se muestra una experiencia de sensualidad coreografiada con buena música, juego de luces y cámaras.
No hay nada más que una noche de pasión, carecen de conexión emocional y sentimental, pese a que sus actores logran que uno cree una atención de querer más y esperar más, sin llegar a algo.
Todo es superficial. En dos horas el contenido se vuelve repetitivo y aburrido. El personaje de Igor genera interés desde su primera aparición, sin embargo, es utilizado por Ani.
¿Para qué? Exacto. Más sexo.
Vanya, el hijo de los padres rusos es desequilibrado, vive teniendo relaciones sexuales con Ani, está cargado de vicios y vive “la vida loca”.
En cierto modo, utiliza a Ani para desafiar a sus padres que se encuentran en Rusia, hasta que ellos lo enfrentan y vuelven a poner su cauce a un hijo que no hace más que derrochar el dinero, juega videojuegos y fuma.
Él no tiene límites y los daños que hace a Anora quedan en “esto es lo que fue y ya está”.
Creo que disminuir las escenas de sexo y mostrar mayor profundidad de los personajes principales habría quedado con mayor contexto de la vida de una trabajadora sexual.
El final, que no solo está fuera de contexto, sino que falta profundidad en el personaje de Ani.
Aunque el espectador puede sacar sus propias conclusiones o empatizar con la stripper, la realidad es que fue un “error” del director no incluir ese contexto en su personalidad, sus sentimientos, su pasado, el por qué decidió ser trabajadora sexual y bailarina nocturna.
Quizás con esos detalles podría empatizar más con una Ani que vive la vida desenfrenada, con un trabajo nocturno que demanda sensualidad, sexualidad y sexo duro.
De hecho, es de los largometrajes nominados a Mejor Película para los Oscar 2025 que menos me gustó.
Pero, La Academia le otorgó el galardón como Mejor Película y a Ani como Mejor Actriz del 2024.
Sin comentarios.